viernes, 23 de enero de 2009

CENTRO DE INVESTIGACIONES HISTORICAS DE VILLA LIBERTAD

BREVE RESEÑA HISTÓRICA DE VILLA LIBERTAD

(Recopilación de Roberto Conde)

La historia del actual territorio de Villa Libertad comienza
el 15 de junio de 1583 cuando, por muerte de Juan de Garay,
el capitán Antonio Torres de Pineda se hace cargo transitoria-
mente de la gobernación, y otorga al procurador del Cabildo de
Buenos Ayres, Don Mateo Sánchez, una suerte de chacra con
cabecera en el Río de las Conchas (Actual Río Reconquista),
que tenía 1500 varas de frente (1299 m.) por una legua (5000 m.)
de fondo coincidente con la actual calle 56 (Av. 1° de Mayo).

Los laterales de la chacra serían; la actual calle 119 (Cnel Mom)
y su proyección hasta el Río Reconquista, siendo el otro lateral
aproximadamente la calle 141 (Av. Triunvirato).

No se sabe si Mateo Sánchez tomó posesión del predio pero sí, que
hacia 1598 la vendió a Amadeo Vaez de Alpoin quien, a su vez la
canjea por otra a Andrés Mendez. No se ha podido hallar documen-
tación que certifique, qué hizo Méndez con la tierra pero, a fines
del siglo XVIII (1790) el dueño era Don Matías de Obanoabarrena
quien el 3 de agosto de 1802 vende la chacra a Doña Petrona Illescas.

El 1° de agosto de 1827, fallecida Petrona Illescas, su viudo Don
Prudencio Rosa, la compra en remate judicial. Se ignora la causa pero
es probable que haya sido por juicio sucesorio. Rosa permuta la propie-
dad por otra en la calle Potosí, Ciudad de Buenos Aires, con José
Antonio Conesa.

Al fallecer Conesa, la chacra pasa a propiedad de su esposa Eustaquia
Casas de Conesa quien el 24 de octubre de 1836 vende a Don Pedro Ortiz
y a Agustín Díaz (este último era habilitado de la chacra) Estos son quie-
nes el 24 de abril de 1837 venden la chacra a Don Jacobo Lorenzo Fiorini.

Don Jacobo Lorenzo Fiorini UNA HISTORIA MUY TRÁGICA

Don Jacobo L. Fiorini; que además de ser muy buen paisajista, como
pintor,
era un buen retratista. Al aparecer el daguerrotipo en la Ciudad
de Buenos
Aires, Fiorini, de 56 años ve peligrar el negocio, con lo cual
se transforma en
daguerrotipísta; profesión que dejó cuando se casó con
la que fuera su ahijada
y de la que se había hecho cargo cuando ella era
una menor de dieciseis años,
al morir una tia que la estaba criando.
La joven se llamaba Clorinda Sarracán y era 30 años menor que
Lorenzo.


Cuando compró la chacra, ya casado vino a vivir a los Santos Lugares
a una
casona señorial que hizo construír, con mirador de altos, que
se hallaba en la
que hoy es la manzana comprendida entre las calles 135
(1ra. Junta), 133
(Almeyra), 82 (José Hernández) y 80 (Lacroze), que
fuera el casco de la estancia o
chacra desde el cual es probable, sus
habitantes fueran testigos de la terrible y
sangrienta batalla ocurrida
el 3 de febrero de 1852, entre las fuerzas del entonces
Gobernador de
Buenos Aires, General Juan Manuel de Ortiz de Rozas y el ejercito

luso - rioplatense comandado por el General Justo José de Urquiza.

Reconocido pintor y retratista de la flor y nata de la Ciudad, Jacobo
Fiorini, debía
trasladarse permanentemente a Buenos Aires, y lo hacia
a caballo o en volanta,
debiendo permanecer varios dias en una casa de
la calle Lavalle en la Ciudad.


Del matrimonio Fiorini - Sarracan nacieron tres hijos. Pero la comidilla
del pago
era que cuando Jacobo viajaba a la Ciudad, su esposa Clorinda
se acostaba con el
capataz de la chacra; Crispin Gutierrez, de 24 años.

Aparentemente Fiorini sabía
que su esposa lo engañaba, de ahí las
largas discusiones y las palizas que le aplicaba.

Cuando ello ocurria, Clorinda se escapaba con sus pequeños hijos a
la chacra de los
Ruíz, que era la más inmediata. Pero estos no querian
comprometerse y no la recibían.


Cierto día, Don Jacobo se encuentra en el camino con su hermano,
quien le pregunta
¿Así que vas a ser padre de nuevo? a lo que este
contestó; Será hijo de mi esposa, pero
mio no. Esta relación en la casa
se hacía insoportable, de modo que Clorinda alentó
a su amante a que
matase a su esposo, cosa que despues de algunas dudas, Crispin,

ayudado por su hermano Remigio concretó el 12 de octubre de 1856.


Para cometer el crimen, Crispin había comprado un pistolón a un
merca
chifle que pasaba por el camino real. (probablemente un antiguo
camino que
pasaba cerca de las que hoy son las estaciones Tropezón
y Villa Bosch).


Al parecer, Fiorini sospechaba algo, porque al llegar a la chacra se
refugió en
las habitaciones en lo alto de la casa, donde tendría su atelier,
no quería bajar y
permaneció todo el día hasta la hora de la cena.

Ante la insistencia de Clorinda quien le había preparado una polenta,
Fiorini
bajó, pero armado de una bayoneta, sentándose en un sillón
de la sala.


En un descuido, su esposa le escondió la bayoneta y salió de la casa
a avisar a
Crispin que Fiorini estaba solo y desarmado. Gutierrez,
acompañado de su
hermano Remigio, entró con un pistolón en la
mano, le disparó pero sólo lo
hirió. Su hermano que estaba con una
maza en la mano le dió un golpe en
la cabeza. Crispin se la quitó y
continuó golpeandole regando con sangre
la alfombra, el sillón y
gran parte de la sala.

Clorinda, que se había alejado de la casa en dirección al Palomar
de Casero
con sus hijos y dos sirvientitas ignorantes, al oir el disparo
volvió y se lamen
taba, pero al parecer era puro teatro porque enseguida
se repuso y ayudó a
limpiar la sangre, lavando el sillón y el piso, y
cortando una parte de la alfom
bra. Colocan el cadáver de Fiorini en
un cuero y lo arrastran hasta la parte
de atras de un galpón, donde
se tiraba la basura y allí lo entierran. Concluído
el trabajo todos se
fueron a dormir. Clorinda con su amante. Eran las 12 de la
noche.

Pasaron dos días y apareció un amigo de Fiorini buscando al pintor.
La esposa
le manifestó que se habia ido a Buenos Aires y no había
vuelto; y temía que
algo malo le hubiera ocurrido. Este le respondió
que trataría de averiguar y,
al otro día volvió sin novedades.

Clorinda y Crispin viajaron a Buenos Aires y al llegar fueron al domicilio de
la persona que le facilitaba la habitación, quien enterado del asunto, les dió la
llave. Entraron y encontraron que la ropa no había sido tocada. Ante la sospecha
de algo grave, la dueña de casa mandó llamar al padre de Clorinda, Don Carlos
Sarracán, que trabajaba como empleado en la construcción de la aduana nueva.
Cuando éste llegó y se enteró de la ausencia de su yerno, con quien no se llevaba
bien, fué a la policía a efectuar la denuncia siendo atendido por el oficial Laurel.

Este tomó las providencias del caso y envió a San Isidro para que procediera la
policía de allí, que era de donde dependía la chacra. Intervino el comisario de la
Villa del Luján y el juez del crimen Dr. Miguel Navarro Viola.

En el diario "La Tribuna" del 14 de octubre, escriben varios amigos
de Fiorini, denunciando que este había desaparecido el día 10 y se
quejaban de la policía por la negligencia de investigar la misteriosa
desaparición, mencionando la sospecha de que hubiera sido
asesinado.

Ante la delicada situación que se presentaba, parten para Santos
Lugares el juez del crímen Dr. Miguel Navarro Viola y el comisario
de la Villa del Luján. Los primeros sospechosos son los peones de la
chacra, quienes son detenidos en averiguación.

El 25 de octubre se anuncia el hallazgo del cadáver, semienterrado
bajo la basura, donde crecía una robusta planta de gomero. Como
consecuencia de tamaña aparición, el diario "La Tribuna" se
estremece publicando que la joven viuda, había dormido tantos días
a pocos pasos del fatídico lugar. Pero al mismo tiempo, no dejaba de
consignar que era sospechoso que los parientes de Fiorini, no
mostraran interés por encontrarlo.

La situación de la viuda era comprometida, sin dejar de sospechar
del capataz, de gallarda figura, de 24 años, quien al ser detenido
manifestó "En Buenos Aires dicen que maté al patron", y confesó
haberlo matado porque creyó que haciendolo atenuaría la pena,
que era la pena capital, para él, para su hermano y para Clorinda.

EL JUICIO

Al tomar conocimiento la policía, de la enemistad entre Carlos
Sarracan padre de Clorinda y su yerno, tambien es detenido por
sospechoso y pone como defensor a uno de los más destacados
juristas, el Dr. Carlos Tejedor.

Al comienzo del juicio, la opinión pública se centró en la instiga-
dora del crimen, quien se mostraba tranquila y fresca como si fuera
inocente. Poco a poco van surgiendo detalles del hecho y, la comidilla
en los Santos Lugares, era lo acontecido cerca de sus domicilios.

En el transcurso del juicio se establece que el padre de Clorinda no
tuvo nada que ver con el crimen, por lo que es dejado en libertad. El
6 de noviembre ya estaban designados los abogados: para los hermanos
Gutierrez, el defensor de pobres. Clorinda que tenia como defensor
al abogado de pobres, toma al Dr. Carlos Tejedor como su defensor.

Durante la acumulación de pruebas, se toma conocimiento que Clo-
rinda había pedido el divorcio ante las autoridades eclesiásticas, pero
no lo había logrado. Esto era un punto a su favor y ocurre lo inespe-
rado; el público se pone de parte de la homicida. Los argumentos
resultan adecuados para salvar a Clorinda de la pena de muerte.

Inesperadamente el fiscal pide 15 años de reclusión para Clorinda.
No asi para los hermanos Gutierrez, para quienes pide la pena de
muerte por ser ellos los autores materiales del hecho.

Interviene el juez Dr. Miguel Navarro Viola y, a pesar de ser enemigo
de la pena capital, condenó a muerte a la viuda de Fiorini. El suceso
era demasiado escandaloso y su culpabilidad en exceso evidente como
para la excepción.

La sentencia debía ejecutarse el 2 de diciembre en la Plaza 25 de Mayo
(actual Plaza de Mayo) y los cuerpos de los condenados permanecer
seis horas colgando de la horca.

Las dos sirvientitas que tenía Clorinda Sarracan también fueron casti-
gadas con cárcel por haber ocultado el crímen. La sociedad entera se
estremeció y, encabezada por los periodicos, se movilizó en defensa de
Clorinda. La condena a muerte fué la cuestión de esos días, y la gente
se horrorizó al pensar que una mujer pudiera ser fusilada y colgada
de la Plaza mayor de Buenos Aires.

Muchos se compadecían de su desdichada vida matrimonial y veían en
ella una victima. Otros se escandalizaban por el hecho de fusilar a una
mujer; el recuerdo de Camila O'Gorman vino en ayuda de Clorinda. Y
pedían que sea Camila la última mujer que haya subido al patibulo en
Buenos Aires, clamaba la prensa y el pueblo.

El diario "La Tribuna" recogía firmas que en dos días ascendían a
siete mil, en una población de 95 mil almas. Dos mil eran mujeres
encabezadas por las Damas de Beneficencia que pedían gracia para
Clorinda.

El Dr. Carlos Tejedor, había establecido como estrategia, alegando
que Clorinda estaba embarazada, cosa que también había sucedido
con Camila, pidiendo suspender la ejecución. El pedido de gracia
para Clorinda fué escuchado por el gobierno y, el 29 de noviembre,
"En nombre del sentimiento público", la Cámara anunciaba al
Ejecutivo que el enjuiciamiento de los tres reos, se suspendía hasta
que se consideren las peticiones.

En 1868, la Legislatura de Buenos Aires aprueba el proyecto de ley
que suprime los delitos aleves y da amplias facultades al Ejecutivo
para conmutar la pena de muerte. Ello permitió a Clorinda,
después de doce años de cárcel, pedir su libertad. Para los hermanos
Gutierrez tal beneficio no se pudo dar porque mientras duraba el
juicio, una noche en una revuelta que se produjo en la cárcel del
Cabildo, huyeron junto a otros presos y no se los pudo hallar.

El Gobernador Castro concedió la libertad a Clorinda en términos
muy severos, haciéndole presente que el gobierno esperaba que al
volver a la sociedad y a su familia observara en todo tiempo, una
conducta irreprochable que demuestre haber merecido el acto de
clemencia.

El juicio sucesorio
Terminado el asunto, nada más se supo de Clorinda y sus hijos.
Peridos todos sus derechos quedó en la pobreza.

Del juicio sucesorio, la chacra salió a remate judicial. Don José
Federico Piaggio compró la chacra en remate público y, a la muerte
de éste, ocurrida el 2 de marzo de 1873, sus herederos; su esposa
Casilda Rafaela Cazón y sus hijas, Catalina Piaggio de Boer, Erasma
Piaggio, (Tana) y María Asunción Piaggio se ven envueltas en un
nuevo juicio. Se presentó quien había sido el juez de la causa, el Dr.
Miguel Navarro Viola, a fin que el juez de menores, por las hijas
de Piaggio, le reconociera la compra de una fracción, que había
comprado en tres millones de pesos y que al haberr pagado un
millón, solicitaba se le librara la hipoteca, dado que la tierra que
quedaba la cubria.










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